Cuando uno conoce los rostros de las personas de allí y ha compartido momentos inolvidables, o ha paseado por las calles y admirado los monumentos y percibido el olor y el sonido de los lugares sobre los que recae una desgracia como ésta, quizás sienta más profundamente el dolor que todos compartimos hoy. Nepal ha temblado más de lo normal y el resultado ha sido devastador. Miles de muertos y desaparecidos y casi todo el conjunto artístico, que tanto atraía al turismo como única fuente de ingresos del país, ha quedado destrozado. Es tiempo de acción y de colaborar con ONG´S y fundaciones humanitarias para intentar rescatar a los últimos supervivientes y atender a los heridos y a las gentes sin hogar y sin alimentos. Toda ayuda será poca porque ya de por sí Nepal era uno de los países más pobres de Asia antes del terremoto, con lo cual ahora la situación que se les presenta es poco optimista.
En 2011 cuando visité Katmandú reflexioné sobre la pobreza de un país que recibe millones y millones de dólares por el turismo de montaña y que, sin embargo, presenta unas carencias típicas de un país africano de extrema pobreza, con el añadido de una superpoblación desmedida y una contaminación muy preocupante. Llama la atención que, dado que viven en una de las zonas del planeta con mayor inestabilidad sísmica, pues la placa india está chocando con la euroasiática y provoca continuos seísmos en todos los valles aledaños, los edificios y la disposición urbanística de Katmandú sea totalmente contraria a la seguridad contra terremotos. Casas apiladas unas contra otras, cimentaciones de barro, laderas inestables, materiales de "papel", verdaderas ratoneras y lugares sin espacio, cableados laberínticos que provocan continuos incendios, etc. Por lo tanto cabe preguntarse dónde van a parar todos esos millones anuales que reciben por el turismo de montaña y por la ayuda internacional. Son de esos misterios que tienen que ver con las mafias, los gobernantes corruptos y la élite de unos pocos nativos y sobre todo foráneos que manejan los hilos de la política y la economía de estos países convulsos e inestables.
Al repasar en mi mente todos los rostros y las miradas de la gente que encontré en mi camino durante mi viaje entre Nepal y la India, resulta inevitable preguntarme qué habrá sido de ellos, y un escalofrío recorre mi espalda. Ojalá este terremoto sirva, al menos como un punto de partida entre los escombros para un nuevo Nepal más justo y más seguro. Un nuevo amanecer para las gentes nepalíes tan hospitalarias y amables, tan llenas de vida y tan fuertes y resistentes que marcan para siempre el interior de todo aquel que tiene la fortuna de visitar esta tierra.
Aquí dejo un pequeño reportaje de Katmandú y alrededores que testimonia la pobreza con que viven sus habitantes, pero también su hospitalidad y alegría de vivir, así como la increíble belleza del patrimonio cultural que, a día de hoy, ha sido arrasado en buena parte.
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